Sí, sí... ya sé que muchos de vosotros estabais esperando ya un post sobre Bogotá pero es que cierta persona a la que no quiero nombrar me ha tenido ocupada en otros menesteres... y hasta ahí puedo leer...
Así que ahora sí que sí, llega el post sobre Bogotá y sus intensos sabores, olores y colores.
Bogotá huele a frutas tropicales y a carne de res bien cocinada. Sabe a ajiaco y a hogao... a arequipe, panela y masato... Y es que Bogotá es un deleite para nuestros sentidos europeos un tanto atrofiados de siempre comer lo mismo.
Lo primero que sorprende de esta tierra al llegar es la amabilidad de sus habitantes, que parecen tener el sincero deseo de que el turista se sienta bien... hasta el punto de quedarse vigilando desde una ventana para asegurarse de que el taxi que has pedido (usando su teléfono) viene a recogerte.
Sin duda, es cierto que hay barrios inseguros y que la delincuencia y la droga son un problema en esta ciudad, así como en toda Colombia, pero si te mantienes en determinadas zonas y te rodeas de la gente adecuada, la experiencia puede llegar a ser realmente enriquecedora.
Durante nuestra estancia, hemos tenido la oportunidad de probar una serie de frutas tropicales (y permitidme que a esto le dedique un buen párrafo) que no había visto ni probado en toda mi vida: lulo (del que se hacen unos jugos deliciosísimos), uva isabelina (las redonditas negras de la foto de arriba), uchuva, que es el fruto naranja de arriba (creo que nosotros lo usamos para decorar postres, pero los de aquí están deliciosos por sí solos), guanábana, granadilla, fruta de la pasión o maracuyá, brevas, mango... y muchas otras de cuyo nombre no me acuerdo ya. Todas realmente deliciosas... y lo mejor: ¡no engordan!
Decidimos dedicar el fin de semana completo a visitar la ciudad, ya que durante la semana pocas oportunidades habíamos tenido, porque a partir de las 6 de la tarde está todo prácticamente cerrado.
Lo primero que visitamos fue Montserrate... ¿os suena el nombre? pues sí, resulta que es un cerro, al que se puede acceder a pie, en teleférico o en funicular y que tiene arriba un santuario con una Virgen morena, como la de Montserrat y un Cristo. Lo que más nos gustó fueron las vistas panorámicas de la ciudad, ya que desde ahí se podía divisar todo Bogotá (que no es pequeño):
Después fuimos a visitar el centro de la ciudad (barrio de La Candelaria) y varios museos: el de Botero, el de la moneda y el del oro, que nos encantó.
Para quien no lo sepa, Colombia antes estaba unida a Panamá y a otras regiones adyacentes y juntas conformaban el reino de Nueva Granada. El trabajo del virrey y de todos los colonos, tal como nos quedó claro después de visitar el museo de la moneda y el del oro, fue saquear sin tregua a estas gentes, ya que descubrieron que hasta el más pobre de los indianos vestía piezas de oro... y de ahí viene la leyenda de El Dorado.
Para que os hagáis una idea, de esta guisa iban los caciques cuando los españolitos llegamos aquí, con pectorales, narigueras, orejeras... y claro, se nos pusieron los ojos de bolilla. El resto, ya es historia.
En el centro, visitamos la Catedral, el Parlamento, el Palacio Presidencial... y pasamos por la casa donde prendió la revolución que dio lugar a la independencia del Reino de Nueva Granada. La historia me pareció bastante curiosa, así que os la voy a contar:
Resulta que en una casa del centro vivía un comerciante español llamado José González Llorente. Según cuentan, dos criollos iban a tener un invitado muy ilustre y les faltaba un florero donde colocar las flores que adornarían la mesa de la cena. De modo que fueron a casa de Llorente a pedir prestado el florero, sabiendo que él nunca prestaría un florero a unos criollos para agasajar a otro criollo (el comisario real, nacido en Quito). Por eso, una vez se dio la negativa del préstamo del florero de Llorente, los criollos, tal como lo tenían planificado desde el día anterior, utilizaron la ocasión para caldear los ánimos del pueblo en contra de los españoles y, de esta manera, el florero fue la excusa para crear la Reyerta.
Así que desde entonces, cuando un simple acto prende la llama de algo mucho más grande, se dice que ese es "el florero de Llorente". Es decir, la gota que colma el vaso y da inicio a la reacción en cadena.
Por supuesto, hicimos compritas de artesanías y recuerdos, además del delicioso café colombiano... pero de esto no cuento nada más porque si no se pierde el elemento sorpresa cuando lleguemos. Colombia además es una de las principales productoras de esmeraldas del mundo, así que no era una ocasión para desaprovechar ¿no creéis? Espero seguir tan feliz con mis esmeraldas cuando nos pasen el cargo de la tarjeta de crédito... ay...
El domingo fuimos con compañeros bogotanos de Antonio a visitar la Catedral de Sal en Zipaquirá, un pueblecito a las afueras de Bogotá. Saliendo con ellos tuvimos la oportunidad de descubrir más cosas sobre Colombia, como que son grandes productores de flores, especialmente rosas y claveles, que se crían en invernaderos parecidos a los de Almería y que la gente de esta tierra es inmensamente generosa y amistosa...
La Catedral de Sal, como su propio nombre indica, está hecha de sal. Excavada en roca salina a 186 metros de profundidad en unas minas de sal que aún siguen en explotación. Como curiosidad os contaré que tuvieron que cerrar una parte con una puerta porque el Vaticano les llamó la atención ya que ninguna Catedral puede superar la de San Pedro en Roma y esta superaba su tamaño con creces.
Después de la visita, la parte que a mí más me gusta... la de comer, claro. Fuimos a Andrés Carne de Res en Chía, otro pueblecito cerca de Zipaquirá y la verdad, fue toda una experiencia: comida, ambiente, buena gente... no se pudo pedir más:
Andrés Carne de Res es un restaurante que nació en Chía y que ahora tiene sucursales en muchos sitios de la ciudad (sin ir más lejos, nosotros habíamos estado en otro esa misma semana comiendo, Andrés D. C, más urbano). La idea es sencilla a la vez que innovadora. Todo está milimétricamente controlado: los camareros, la comida, la decoracíón, la bebida, la ambientación, la rumba (el baile), la música... para que vivas una experiencia inolvidable. Y la vivimos.
Gracias bogotanos y Bogotá por esta cálida acogida. De seguro volveremos :-)
¡Qué chulo, Bea! ¡Y qué buena pinta tiene la comida! La describes de una forma que se le hace a uno la boca agua.
ResponderEliminar... y lo que nos acordamos de ti probando cosas!!!!
ResponderEliminarOhhhh como mola :) Gracias por compartir Bea! Veo que lo estais pasando muy bien! :) Me gusto mucho lo del florero de Llorente :) Besito!
ResponderEliminarMe mola que me leas, Celincita!!!!
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